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José Ismael Alva Ch.
¿Sabías que los mochicas realizaban diferentes técnicas de caza de animales?, ¿también que tuvieron que criar animales para su alimentación?, a continuación, te contamos más acerca de estas interesantes actividades que se realizaron en el antiguo Perú.
El ser humano consume carne desde tiempos inmemoriales. De hecho, los investigadores han propuesto que esta fuente de proteína propició el desarrollo del cerebro en la evolución de nuestra especie (Arroyo, 2008). Debido a que era un alimento consumido por la gran mayoría, por no decir todas las poblaciones, en el Perú antiguo la crianza de animales, la pesca y la caza fueron las principales actividades económicas que garantizaban la obtención de carne.
Pese a lo anterior, el consumo de carne animal no era homogéneo ya que dependía de factores como: el acceso a los nichos ecológicos donde habitaban las especies, la disponibilidad de éstas en relación a los ciclos naturales, las costumbres particulares de los pueblos, y a las diferenciaciones sociales al interior de los grupos humanos.
Las comidas en la época mochica (100-800 d.C.) incluyeron el consumo de cierta cantidad de animales de la región costeña. Si bien sabemos que las sociedades del litoral como los moches consumieron una alta diversidad de pescados, para lo cual desarrollaron diferentes y sofisticados sistemas de captura. Además de la carne de pescado, los mochicas tenían acceso a una variedad de carnes procedente de mamíferos, aves y reptiles como veremos a continuación.
Según las investigaciones hechas en los sectores residenciales de esta sociedad, como las de Huaca de La Luna y las aldeas del valle de Moche, se sabe que la el cuy, llama y la alpaca eran los animales que se criaban principalmente y que formaban parte de su dieta habitual (Gummerman y Briceño, 2003; Vásquez y Rosales, 2006; Vásquez et al., 2003).
Aunque comúnmente se asocia el hábitat de los camélidos a las zonas altoandinas, no obstante, la evidencia permite afirmar que la crianza de las llamas y las alpacas ocurrió de manera sostenida en los valles bajos y medios de la costa. En esta región los camélidos eran alimentados principalmente con el forraje del maíz (Goepfert et al., 2014).
Con respecto a la crianza del cuy, hay evidencia de que estos fueron criados dentro de las casas, en las llamadas “cuyeras” y que eran alimentados principalmente de forraje hasta llegado el momento de ser consumidos.
Además de los animales que criaban, los mochicas también cazaban otras especies. Los vestigios hallados en la zona residencial de la Huaca de La Luna en el valle de Moche muestran que aparte de las especies domesticadas, los mochicas cazaron otros mamíferos, aves y reptiles para su dieta.
Aunque suele vivir en la puna, este roedor puede llegar a descender hasta los 600 msnm (León, 2013, p. 326). El padre Bernabé Cobo indicó que los nativos capturaban a las vizcachas por medios de trampas de lazos, con el cual la presa quedaba sujetada con un nudo tras ser atraída por un señuelo. Cobo también mencionó que, si bien la carne de la vizcacha “tiene buen gusto, es muy indigesta y pesada”, especialmente si era comida de noche (1964 [1653], t. I, p. 360).
El venado de cola blanca prefiere las zonas boscosas, pero puede recorrer otros ecosistemas (León, 2013, p. 317). Los moches graficaron constantemente las escenas de caza del venado, en las cuales personajes bien ataviados, grandes señores según Larco Hoyle (2001, p. 317), empleaban redes para cercar al animal y atacarlo con dardos y mazas. Probablemente, la caza del venado era parte de un ritual que coincidía con las estaciones de migración de estos animales.
Según Bernabé Cobo, los lobos marinos eran conocidos, en “lengua de los Incas”, como azuca. La técnica de caza de estos animales se realizaba en las islas del litoral, donde les aplicaban certeros golpes con un palo sobre su nariz (Cobo 1964 [1656], p. 295). Algunas representaciones sobre esta forma de caza aparecen en la cerámica la Moche, donde los personajes blanden mazas y atacan al grupo de lobos.
Entre las aves cazadas por los mochicas, figuran una variedad de aves marinas frente al pato silvestre y las palomas. Los mecanismos de captura de las aves fueron diferentes según los patrones de conducta animal.
El padre Bernabé Cobo, por ejemplo, documentó que las aves marinas que vivían en las islas como el guanay se cazaba de noche, probablemente usando redes, y de esta ave se hacían guisados (Cobo 1964 [1656], p. 317). El uso de redes para la captura de aves está representado en la obra Historia general de las cosas de Nueva España (México), escrita por el franciscano español Bernardino de Sahagún en el siglo XVI, donde se muestra a aves siendo atrapadas en pleno vuelo. Entonces ¿Los moches emplearon redes para la caza? Pues posiblemente sí, tal como se muestra su uso en la caza del venado.
Otras formas de caza de aves son señalas por Larco Hoyle (2001, p. 323-325). Se trata del uso cerbatanas, que consiste en el empleo de una caña larga para lanzar dardos impulsados por soplidos, y la técnica del huaripalo, sistema por el cual se golpeaba a las aves con una larga varilla.
Se trata de un reptil de la costa peruana que logra alcanzar hasta un metro de largo en su adultez. Viven en inmediaciones de los algarrobales, ya que consumen sus frutos (León, 2013, p. 340). Al igual que la Iguana, la captura del cañán puede realizarse con la mano tras bloquearles sus rutas de escape (Cobo 1964 [1656], p. 292; Larco Hoyle, 2001, p. 325).
Gracias a los estudios arqueológicos podemos conocer hoy en día cuáles eran las costumbres alimentarias de civilizaciones antiguas como los moches, así como las formas usadas para proveerse su sustento. Debido a ello, hoy sabemos que los mochicas se alimentaban de una variada selección de carnes de animales que cazaban, criaban o pescaban, cuyos sistemas de captura y crianza son producto de las experiencias y las tradiciones culturales desarrolladas previamente en la costa.
Si bien actualmente la caza es una actividad regulada para garantizar la protección de especies silvestres nativas, la crianza del cuy, la llama y la alpaca, contribuyó a que los moches y otros pueblos andinos tuvieran el acceso constante a niveles importantes de proteína, superiores a los que proporcionan el pollo y la res en nuestros días.
Revalorar estas fuentes nativas de proteína procedentes de animales domesticados, lamentablemente poco populares en las ciudades costeñas actuales, tendría sin duda un impacto positivo en la calidad de nuestra alimentación.
Bibliografía